La historia del aceite gallego está envuelta en el misterio. Hay constancias de una actividad olivarera en Galicia, ya que los romanos expandieron su cultivo por todo el imperio, pero hay más leyenda alrededor que pruebas documentadas.
Queda muy bien hablar de olivos centenarios o incluso milenarios, que resistieron a Reyes y Señores Feudales produciendo su oro verde, pero en este caso vamos a hablar claro y dejarnos las historias para las novelas.
O Rego, aceite gallego
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El Pazo O Rego está situado en Sobreira, municipio de Vilamarín, en Ourense. Con una finca de 50 hectáreas se encuentra en pleno Camino de Santiago, en el llamado Camino Sanabrés.
Al final del camino que atraviesa la finca se encuentra un pequeño puente romano que cruza el Río Barbantiño. La finca se dedicaba a actividades agropecuarias, en especial al ganado vacuno, siendo la residencia estival de la familia, pero terminó por abandonarse.
Buscando darle valor a la propiedad y revitalizar su actividad, los propietarios se plantearon el cultivo del olivar.
Poco a poco se fueron plantando los olivos, principalmente de la variedad Arbequina, así como otras variedades como Picual, Empeltre y Cobrançosa. En la actualidad están plantadas 15 hectáreas que están en proceso de certificación ecológica.
La aceituna se recoge manualmente y se procesa en la almazara situada en el Pazo. Así se consigue que la aceituna llegue en condiciones óptimas y que lo haga en cuanto es cosechada.
La almazara cuenta con la tecnología necesaria para obtener un aceite de máxima calidad. Solo se trabaja con las aceitunas obtenidas de los olivares de la finca y se cosechan tempranamente para conseguir un aceite de un verde clorofila con un aroma intenso que se mantiene en boca.
Una delicia gallega que os invitamos a conocer.
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